
En LAAR nos preocupa la salud. En una vivienda estamos expuestos a numerosas sustancias y campos electromagnéticos que en muchos casos no son perjudiciales para la salud, pero que en otros lo son, y mucho.
Seguro que habéis oído hablar del edificio enfermo. Estuvo muy de moda el tema con lo ocurrido en la torre Agbar en Barcelona, pero ya hace tiempo que no se escucha mucho sobre esto. Se asocia normalmente a edificios de oficinas en los que hay una gran carga eléctrica y materiales aislantes que no permiten hacer una buen atoma de tierra a toda la electricidad estática acumulada.
Los efectos eran muy diversos, desde cansancio o dolores de cabeza hasta problemas de circulación.
Entender que en un edificio estamos expuestos a campos electromagnéticos, o sustancias emitidas por los materiales de construcción, o incluso al influjo de campos eléctricos externos a la propia vivienda nos hace ser más conscientes a la hora de pensar en cómo queremos construir. Existen cada vez más empresas concienciadas que estudian y emiten certificados de ausencia de emisiones al ambiente. Por ejemplo pinturas o barnices. En Francia o Bélgica la normativa en vigor ya obliga a emitir una etiqueta identificando este tipo de materiales. En España la normativa está en proceso y se espera que no tarde mucho en entrar en vigor.
Con respecto a los campos electromagnéticos, si bien no hay estudios científicos que demuestren la influencia de por ejemplo un centro de transformación o una antena de telefonía móvil, si se han descrito casos de enfermedades que parecen tener relación.
En cuando a los aspectos psicológicos, también resulta fundamental para el ser humano estar en relación con los ritmos naturales y con la naturaleza. La desconexión que sufrimos en las ciudades tiene efectos en nosotros que nos cuesta identificar. Puede manifestarse como irritabilidad, trastornos de sueño, fatiga, pero no hay nada científico suficientemente contundente como para que se legisle al respecto. tenemos que ser maestros de nuestro propio cuerpo e intentar detectar analizando nuestras reacciones cuáles de esos aspectos nos influyen más y cómo.
Existe una disciplina, llamada neuroarquitectura, desarrollada ya desde los años 50 por diferentes universidades, en la que se miden las reacciones de nuestro cerebro ante determinados espacios. Somos todos diferentes, pero compartimos mucho más de lo que creemos. Nos sentimos protegidos en espacios pequeños pero vivimos mejor en el contraste entre espacios pequeños y un espacio mayor de mayor altura. Nos resultan amenazantes los espacios con ángulos agudos y sentimos mayor serenidad en un espacio rectangular que en uno cuadrado.
Es un tema infinito sobre el que poco a poco vamos teniendo más y más información, pero que en líneas generales nos llevan a acercarnos más a la naturaleza y a sus ritmos.
Os dejamos un link a una charla de Ansede Quintáns para la Escuela de Arquitectura de A Coruña en el marco de un proyecto llamado A Clínica das Casas en el que hablan sobre estos temas: https://youtu.be/RBcgOj-dpbk