
Se trata de un movimiento que hace referencia a una forma de vida libre de las complicaciones actuales derivadas de nuestro frenético ritmo de vida y consumismo.
Alguna gente se une al movimiento por razones espirituales, otros para huir del consumismo, otros lo hacen por salud o por ecología. En todos los casos, librarnos de preocupaciones, posesiones innecesarias, o simplemente vivir a un ritmo más lento con una mayor conexión con la naturaleza, aporta beneficios indudables a nivel emocional.
La conexión con la naturaleza está grabada a fuego lento en nuestro ADN, y aunque hoy nos parezca que no nos resulta tan necesaria, lo cierto es que el cuerpo sigue reaccionando a nivel fisiológico como si se tratase del cuerpo de nuestros antepasados prehistóricos. Necesitamos esa conexión aunque sea a través de los parques de nuestras ciudades.
A nivel de arquitectura ya no nos bastaría con una cueva y un espacio exterior protegido, no podemos ni queremos volver tan atrás, pero quizás no nos hace falta tanto como creemos.
Por algo el libro de Henry D. Thoreau, Walden sigue vendiéndose y reeditándose aunque se haya escrito en 1854. Porque esta es un preocupación constante del mundo urbano desde que se produjo esta escisión tan brutal con la naturaleza en nuestras ciudades con la revolución industrial. Cuando en nuestra vida tenemos los objetivos claros, podemos prescindir de lo superfluo. Por eso dice Thoreau que “El hombre que al fin ha encontrado algo que hacer no necesitará un traje nuevo”.
Nos creamos necesidades artificiales y por eso , en esta vorágine de consumo, la vivienda se convierte en un objeto más, el más caro de todos, y por eso es tan difícil el acceso a la vivienda. Según este filósofo : “en el estado salvaje, cada familia posee una morada tan buena como la mejor, y suficiente para satisfacer sus necesidades más sencilla. Si se afirma que la civilización representa un adelanto real en la condición humana […] debe demostrarse que se han producido mejores viviendas sin hacerlas más costosas.
Para ser coherente con sus afirmaciones, Thoreau decide vivir en la naturaleza, y comprueba que los gastos en los que incurre son irrisorios para su época. Aunque lo cierto es que después de esa experiencia, regresa a su vida en la ciudad, y eso nos hace pensar en lo difícil que es renunciar a los avances tecnológicos que hacen pequeñas mejoras en nuestras actividades cotidianas.
En LAAR hemos pensado mucho sobre la vivienda mínima sin renunciar a ninguna de las conquistas de nuestra época. De ahí nace la serie I. Los modelos I0, I1 e I2 con un tamaño limitado a lo necesario, consumo energético muy bajo, materiales naturales y bajo mantenimiento creemos que son una muy buena opción para los que quieren probar a vivir con esta filosofía de vida.
También sabemos que es una opción personal que hoy en día no resulta nada fácil de implementar aunque ese sea nuestro deseo por eso hemos ampliado nuestros modelos con este como base y hemos pensado en la capacidad de crecimiento de esta serie I. Porque podemos cambiar, nosotros y nuestras circunstancias.